sábado, 15 de octubre de 2011

Ulises desatado (scherzo filosofico-politico, o no)

Hace ya algunos años, el filósofo noruego Jon Elster utilizó una metáfora, la de Ulises que pide a sus marineros que le aten y le llenen los oídos de cera para pasar frente a la costa de las sirenas y no volverse loco, para explicar la existencia de los tribunales constitucionales. Según Elster, una constitución rígida y un control de constitucionalidad son instituciones perfectamente democráticas porque es el demos quien elige atarse.

Hoy, que estoy yo muy racional, voy a invertir la metáfora. No del todo, pero si un poquito. Porque la cuestión que me interesa es que pasaría si Ulises decide que a las sirenas las quisiera oír. Bueno, eso parece, así de primeras, el suicidio de la racionalidad: alguien que decide, literalmente, dejar de ser libre.

En dos sentidos: en el sentido de la libertad positiva como autodeterminación. Decide que deja de decidir qué está bien y mal, y a partir de ese momento será una sirena (pongamos que la sirena en cuestión se llama Luz) quien decida esas cosas. Pero también en el sentido de la libertad negativa: es de suponer que la sirena le exigirá hacer o dejar de hacer ciertas cosas. 'Gensanta cuanto caprichosas son estas sirenas, jejeje.

Bueno, lo importante no es aquí la negativa sino la positiva. Al fin de cuentas, las sirenas son algo caprichosas pero al fin de cuentas racionales. Así que lo fundamental es que Ulises decide "renunciar" a su voluntad positiva: no ya autonomía sino heteronomía. Aquí no voy a hacer un alegato en favor de la libertad como hacer lo debido. Kant me convence cuanto la coliflor cocida. Ni tampoco el muy español vivan las cadenas.

Se podría decir que entregar la propia autonomía es la madre de todos los actos de autonomía. Siempre claro que se considere que eso es un valor. Pero para eso hay que apreciar mucho la propia autonomía. Para Ulises sin ninguna duda lo era: digamos que tenía un plan de vida ambicioso. Así que la pregunta fundamental es saber qué gana Ulises con todo esto. ¿Por qué Ulises haría semejante locura?

No porque le falten las fuerzas. No porque quiera rendirse. Porque va a desatar lo más fuerte e intenso que hay dentro de sí: puritita humanidad desatada. Es la escatología de Benjamin. Es el éxtasis religioso. Es el idealismo romántico que busca la trascendencia en el acto más irracional. Es como inmolarse. Es la explosión de una supernova que libera tanta energía en todas las direcciones que es incontrolable. ¿Para qué? Para nada, y para Todo. Por eso no tiene ni principio ni final: simplemente sucede, y cuando parece que va a terminar, en realidad no ha hecho más que empezar.



Muere al mismo tiempo que da vida en un continúo fluir. No se detiene ni se controla. Simplemente Es. Quien quiera que se agarre los empastes que vienen curvas. 

Aunque claro, todo esto es sólo un juego.

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